La excusa

La excusa olvidada la despertó anoche tras una sacudida de tensión que no la dejó volver a dormir. Acurrúcate en tu cama porque te duele haberte olvidado quien sos, le decía la excusa desde adentro de la cabeza.

Era la excusa por la cual no creía en el Papa, no quería ser esposa ni cocinera de almuerzos y cenas. Ni ama de casa. Que la mantenía alejada de la idea del supermercado a la cocina; en reserva de las acotadas libertades y de las explicaciones y los pretextos. Era la excusa que la hacía ser ella y no otra.

Ella después de darse cuenta estaba enfada consigo mismo. Atormentada. Arruinada. Sin tiempo y con todo el silencio de una noche gritándole en los tímpanos: movete, movete, movete… que no te atrape.

El despertador sonó a las 8:40, ella llevaba un rato esperando la mañana. La excusa se había relajado pero seguía adentro.

Ese día no cocinó, pensó en su excusa y se puso a planearla.



Luciana Salvador

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