Nights

Massimiliano Minocri

 Will you still remember my name tomorrow, at day?
Will you?


Massimiliano Minocri

Will you remember me besides the pictures you had made from the city and the moon?


Massimiliano Minocri

Do we all walk under the same moon at dusk?
Do we all see the same lights? Same shadows? Same noises? Smells.

Massimiliano Minocri

Is it the same city for you and me? 
Is it the same moon for us?
What is it with the nights in NY?

Massimiliano Minocri

Do you dream? Can you dream? Can I dream with you?

Massimiliano Minocri

Do you still have your dreams when the streets lights go out? 
When the city wakes. When I leave.






No mires atrás Lucia

Daidō Moriyama
Y si fueras.
Si te fueras lejos, lo más lejos posible, ¿volverías?

¿Volverías la mirada a lo que dejaste?
A lo que podrías haber sido. ¿Lamentarías lo que nunca serás?
Lo que nunca serás porque te fuiste.

Empujaste hondo lo que se tiene que esconder para poder dejarte ir. Caminar sin saber que te espera allá donde desde acá todo queda lejos.

Vete y no regreses.
No mires atrás Lucia.
Nunca.










Hubo un tiempo que no existió para Marina


Saul Leiter
Hubo un momento en que el tiempo no existió en la vida de Marina y resulta que hoy a las tres está aquí.

Ahora.
- Hola Marina, ¿qué tal estás?

Una puerta se cierra con fuerza bruscamente y después no se escucha más nada. El silencio vuelve a calmarla. A debilitarla.

A atontarla.

A cegar a Marina que pensaba que iba a durar un mundo las cosas bonitas y ahora lo hecha en falta. A todo echa en falta. Echa en falta ese aire fresco cuando no hay tiempo. Cuando todo es cálido, cuando no tiene necesidad de empujarse con placebos al balcón de los sueños postizos. Cuando no tenía miedo a no tener miedo. Cuando podía tragarse la pared de frente y atravesarla. Verse. Verse en cinco años. Verse en 10 haciendo lo que más le gusta, pero ya no puede.

Marina se ató al renglón de un pedazo de papel blanco y se le borraron las tentaciones y lo que ella quería escribir. Lo que ella quería inventarse. La vida que quería vivir. Los caminos que quería andar. Las luces que quería encender. Los sabores que quería probar. Las voces que quería escuchar. Los olores que quería probar.

La adrenalina tonta que viene después del susto que llega justo 20 segundos después de haber decidido cambiarlo todo por animarse a ir más allá del límite que alguien una vez le marcó pero se dejó secuestrar por los deberes.

Los relojes, los tratados y los pactos contractuales que alguien escribió de nuevo por Marina y Marina no leyó y aceptó porque un día se confundió. Confundió seguridad con estabilidad cuando su estabilidad siempre había sido el caos de querer cambiarlo todo.


¿Qué tal estás Marta?

- Hola Marta, ¿qué tal estás? Le dijo y le estampó la mano derecha en el lado izquierdo de la cara.

Le dolió. Duele. Siempre le duele a Marta todo lo que duele dejarse pegar.

- Bien, respondió.
Y se acomodó el bolso en ambas manos. También el orgullo y la pena.

- ¿Qué es bien?, le alzó la voz.
Las manos le comenzaron a transpirar. Apretó el bolso contra el estomago. Se tragó el orgullo y dejó salir la pena.

Marta se volvió a llenar de pena.

- Que estoy bien. Bien. Bien como siempre, y entonces sintió otro cachetazo en el mismo lugar. En el lado izquierdo de la cara.

- ¿Te duele?, esta vez le gritó.

- No, no me duele, dijo por decir.

- No te duele. ¿Y ahora?
Y cuando intentó esta vez cubrirse la cara, en vez de subir el brazo, le estampó la mano derecha con todas sus fuerzas en el estomago.

- ¿Te duele?, le sacudió con violencia la cabeza.

- Sí. Sí, me duele. Basta.

- Entonces no digas que estás bien cuando no lo estás. Deja de mentirte, Marta.


Reflexión de un lunes X

Saul Leiter
No todos los lunes me enciendo al sol por solo verte arrimarte un poco más a las líneas de mi mano izquierda.

Aparecer. Acercarte. Besarme. Volver a besarme.

No creas que todas las gotas que se me resbalan te pertenecen. No pienses que todo lo que digo te lo digo solo a vos y no todos mis sonidos son gemidos.

Separarme para apretarme.

Tampoco mis caricias te consienten, ni mis besos son exclusividad. De tu exclusividad.

Y me aprietas y me besas. Me quedo sin aire.

No creas que un te quiero es más bonito que un saltemos juntos y que un para siempre más responsable que un felices.

Nos besamos (...)

El álbum familiar

Saul Leiter
Descúbrete y descúbreme.
Deja que te quiera un día y otro día deja que te deje de querer.

Sácame una foto, dos más. Tres.

Diez.
Veintidós. Veintisiete.

Arma un álbum familiar conmigo aunque cabe la posibilidad, la eventualidad que en junio se quede vacío a mitad de camino.

Y de suceder, sucederá un día cualquiera cuando no caminemos juntos. 
Cuando no nos conozcamos más por habernos finalmente descubierto sin reconocernos.




Las arrugas que no arrugan a Carmen

De todas las cualidades, la del pergamino es con la que Carmen se quedó hoy cuando se miró al espejo. Un cuerpo gastado y por haberlo gastado se le había arrugado y apenas lo notó un buen día, un día cualquiera cuando se despertó más vieja que de costumbre y no se reconoció en el envase añejado que la vestía cuando se desvestía.

Y se sintió vieja.

Vieja por primera vez a los 84 años y eso que luce arrugas desde hace más de 50 y canas desde hace 45.  Pero fue hoy y pasó quizás por alguna reflexión mal solucionada en un sueño feo que quiso maltratarla de día o por un bajón de la naturaleza, o el simple instinto de supervivencia que se dio un respiro de 24 horas y por eso hoy Carmen está vieja.

Vieja y arrugada como un pergamino, igual que ayer pero hoy se siente vieja y ayer no y mañana tampoco.

Más vieja que de costumbre y por sentirse vieja se vuelve doblemente más vieja. Vieja hasta que le llegue de nuevo el subidón, ese que le mantiene la mente sana, sana pero sobre todo joven. Ese subidón de azúcar y de adrenalina que le guarda las ganas intactas como cuando tenía 18 pero con la ventaja ahora de la experiencia.

La experiencia de los hijos y de los nietos, del amor que llegó y partió, de la casa comprada junto a él, las amigas eternas que son eternas amigas. Los kilos de más que dejan de pesar y el placer de los dulces y el sabor salado del mar, del bikini amarillo, del escote usado, los hombros que se achican, las manchas que aparecen. Las tetas que caen y es natural que caigan. La necesidad de la risa aunque sea forzada.  Un café con leche a cualquier hora y pastillas para pegar los ojos. El tiempo que va deprisa cuando hay cosquillas y la necesidad de aferrarse a una ilusión. A cualquiera pero aferrarse para no dejarse dejar. Estar. Irse.


El corsee de Josefina

Saul Leiter
Vamos a ver qué tal te sienta Josefina el recuerdo del corsee. La cintura ajustada, la cadera explotando.

Labios rojos, rojo carmesí.

Ese rojo sangre estridente que tanto te gustaba para dibujarte una puerta preciosa antes de entrarte al rincón de tus sabores. De tus excesos. De lo que no te sobra y regalabas.

Vuelve a probar la caricia del encaje sobre la piel limpia de los hombros y tu cintura. El elástico que te marca cuando te vuelves desnuda.

Cuando la tela se afloja y se vuelve el arreglo cosquillas.

Deslízate aunque sea una vez más y de todas la última, a la intimidad de las medias de seda subiéndote por el talón, por las rodillas, el muslo, el culo.

Así es como tiene que ser, Josefina.

Por eso (...) vamos a ver qué tal te sienta el recuerdo de tu cuerpo. De tu cuerpo entero cuando lo disfrutabas sola. Sola y sin esconderlo.





Las cucharaditas de té de Lara


Saul Leiter
Aveces y de la nada se le venían a la cabeza fragmentos de recuerdos de un mundo inacabado. Una trenza que se desarma, la sensación del pelo desenroscándose y el dolor del movimiento. Podía estar sentada tomando un té o incluso parada y apretada en un rincón del metro cuando la cabeza se le iba a instantes, a otros. 

A otra realidad que se le dibuja pura y que hasta entonces no recordaba o no recordaba que recordaba. Flashbacks repentinos de instantes pequeños. 

Un sol que quema y el olor a jabón de la ropa. El ruido seco que hace el viento al golpear contra las sábanas tendidas. Un grito, un grito que le es familiar pero no reconoce. Lo piensa de nuevo antes que se le escape el tono cálido de la voz pero Lara no lo recuerda y sin embargo sabe que está ahí, a menos de un centímetro de saberlo. Moja de nuevo la cuchara en la taza y saborea el té como antídoto para despejar la mente pero no puede. 

Lara se pierde cada vez más en esos recuerdos que busca descifrar. Es una fotografía mental añejada que cobra vida, le explica a su hija cuando esta intenta que no se pierda y le empuja otra cucharadita cargada de té antes de que se vuelva a ir. 


Los no de Agatha

Baldovino Barani
Decir sí era fácil, lo difícil es el no. El no que sale de la boca de Agatha cuando sigue caminando. Buscando.

Un no rotundo, inconformista.

Molesto.

Posesivo, posesiva de ella. De los sueños que ella tiene, los propios e íntimos, por eso salió vestida así. De cazadora de ladridos de dragones, ladridos que no la dejan dormir. Que no la dejan perderse en un decir de esos sí fáciles cuando todo arde.

Cuando se prende fuego.

Cuando se quema, se quema ella y se quema su mundo. Cuando le toca reinventarse. Sanarse. Cuidarse. Cuando lo fácil es el sí y lo difícil es el no.

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