Helena antes de volverse de plástico

Daidō Moriyama
Después de los monos y los lobos, de ese circo ambulante que se monta cada día desde la azotea de su cabeza despeinada, Helena al final anoche y a las ocho se tropezó con ella, con ella desnuda.

Con ella frente a ella. Helena y Helena.

Sin inventos, sin aceites ni perfumes, sin pintura, sin compañía ni muñecas. También sin placebos y no supo levantarse, por eso por la mente hoy se le coló la idea de abandonar este teatro animal de trapo e imaginación desmedida. Dejar ir el mundo desde donde balancea su pequeña y gran infancia.

Desde donde se balancea con malabares de bailarina de cajita musical, de princesa rosa, de astronauta y niña maravilla para saltar al mundo de los grandes.

De las mujeres grandes con grandes egos. Con costumbres que se venden en revistas, que se aprenden en la televisión. Costumbres que las vecinas critican, que las vecinas cumplen.

Que Helena cumplirá. Y se maquillará, fumará, deseará, despotricará, querrá, amará, matará (...)

Y lo de saltar, ese salto, lo hizo hoy sin mancharse. Sin manchar su gran ego de mujer pequeña.

Su gran ego tan grande que la mujer pequeña que ahora habita en Helena se volverá de plástico dentro de nada. De plástico y de color negro y se confundirá con bolsas de basura.

Tan grande (…)

Tan de Helena (…)

Tan inflamado de aire con humo y huecos de humedad que cuando se balancee desde lo más alto, lo más alto de todo y por encima de todos, en la conciencia le sonará el vacío que la comenzará a llenar.

Que la llenará hasta que decida un buen día, si es que tiene suerte, orearse los prejuicios y convencionalismos de las mujeres de su edad con el recuerdo de esos aceites y perfumes de cuando todavía era niña.




1 comentario:

ANRAFERA dijo...

Muy interesante tu rincón de cuentos y relatos. Felicitaciones por ello y éxitos. Saludos.
Ramón

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