La razón del vestido de helio de Luciana

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Luciana encontró esa razón, por eso la viste vistiendo un florero de globos de helio desde que está alegre y una diadema enredadera en la cabeza cuando anda elocuente. Hace ángulos de 90 grados cuando baila y tiene pecas en la nariz, muchas pecas que ya no se quiere cubrir. Ahora sabe a donde ir y camina por las nubes de abril a abril, no trabaja y está feliz. Va saltando de charco en charco cuando llueve, y se pinta a rayas con tiza verde y lila cuando hay brisa. Cuando la brisa sopla fuerte y la despeina. Le despeina el peinado acaramelado de los sábados y también esas estructuras tan cuadradas de las cuales se sujetaba cuando estaba perdida. Perdida pensando que se le iban a morir las ganas si dejaba pasar otro día en la ciudad. Por eso se dejó volar, para no dejar ninguna verdad por buscar y por eso anda feliz. Feliz, tan feliz desde que ya no pisa aquí, desde que ha dado con ese mundo perfecto al que nunca nadie ha entrado jamás. En dónde la música tiene color y los colores son números. Ese mundo circular lleno de sietes y elefantes, de letras con vida. Oraciones que van y vienen en el sentido contrario a la rotación. En dónde la luz sale naranja y se vuelve arco iris cuando a Luciana se le da la gana y no hay rectas, ni recetas. Y los índices y estadísticas se hunden en un mar de sal que lo hace todo simple. Nunca hay última vez, ni necesidad de contar las cosas buenas con los tres dedos de la mano derecha. Los dedos no alcanzan. Por eso está feliz con esos globos de helio y la diadema enredadera en la cabeza. Va tirando oraciones a la mar, va y viene, aquí y allá aunque le digan que a los treinta y cuatro hay que poner los pies sobre la tierra. Poner los pies sobre la tierra y la cabeza atada a un gancho para que no salga volando, y todo eso antes de que sea demasiado tarde. ¿Tarde?, si así es feliz. Luciana es así y no hay nada que cambiar. Feliz porque hay tanta gente perdida por el mundo y ella sabe a dónde ir. Ese lugar al que nunca nadie ha entrado. Es un ruido que ahora suena en su cabeza. Suena a gaitas, a pianos y la atrapa. El reloj va a su tiempo, hay amigos, amores y una lista de cuentas pendientes a punto de saldar. Al final tiene eso que la atrapa tanto y la libera, y es así de simple. En la vida de Luciana las cosas suceden así nomás.

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