Con síntesis de alcaloides

Hay dos tipos de sensaciones que se parecen, dijo el enfermero antes de ajustarla contra la cama. Ella no lo escuchaba y si se lo gritaba al oído, ni siquiera hubiese pestañeado. Incluso si la ajustaba hasta hacerle daño con el cinturón de fuerza, tampoco. No estaba allí, estaba lejos. Muy lejos. Se quedó parada en donde todo sucedió, atascada en el tiempo. Metida en un agujero negro, en uno de esos que te dejan después la mente en blanco. No reaccionó más y eso que hubiese podido evitar lo que vino después pero supongo que lo que sucedió te deja así, en estado de shock. Paralizada. La encontraron inmóvil al lado del cuerpo, parecía dormido y ella como sino lo hubiese matado. Lloraba. Lo quería tanto. Tanto, tanto, que cuando la engañó no es que le rompió el corazón sino que ella tapó la herida con el sentimiento que más se le parece al amor, con odio. Y el odio fue tan fuerte que ella lo confundió con amor y entonces cuando lo mató, sintió que lo hacía por amor. Ella lo mató por amor y la policía no se hubiese dado cuenta si no hubiese confesado. No había sangre, no había signos de asfixia, ni un golpe, ni corte. Tampoco envenenamiento. Jamás se hubiesen dado cuenta que fue ella, como tampoco el juez se dio cuenta que él la había matado primero, que le había roto el corazón y cómo se supone que puede una persona vivir con el corazón roto. No vive, se muere. Ella estaba sentada durante el juicio, estaba ahí pero en realidad estaba tan muerta como él. Incluso más muerta porque su muerte sí que había dolido, le dolió muchísimo porque estaba consciente. Y además fue lenta, lo que tarda un engaño en madurar. Y le dejó marcas, un cuerpo inerte que el juez no vio, como tampoco notaron el síntesis de alcaloides que ella usó. El psiquiatra forense dijo que fue un ataque de enajenación y en las noticias salió que la encerraron en un psiquiátrico en no se dónde. Es que al final todos confundieron todo, el amor con el odio y un corazón roto con locura, repitió el enfermero cuando terminó de ajustarla. Ningún loco en su sano juicio usa síntesis de alcaloides. No estás loca, estás dolida. 

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