Ay Teresa

Ay Teresa, usted de nuevo con esa idea absurda de querer vivir la vida como si fuese un regalo del cielo. Me hacen reír tanto las cosas que se le ocurren, que mire, estoy llorando con tanta locura. Ay Teresa, y eso que crecimos en la misma familia, no entiendo de dónde saca esas cosas que me cuenta de una vida sin amarguras, como si estuviese en nuestro poder ser felices. El otro día me acordaba de usted cuando estaba en misa, hace mucho tiempo que no la veía los domingos por la iglesia. Usted no estará en algo raro, ¿no? Su madre tuvo siempre miedo a su verborragia, espero que no ande metida en algo extraño. Usted sabe Teresa que me tiene preocupada, al margen de su locura, usted siempre ha sido muy delicada en las cuestiones del día a día. Usted Teresa ha sido siempre muy criticona, inclusive en el colegio. No por nada pero siempre se la vio con ojos de pocos amigos. Y después esa manía de ir desarranchada por la vida, sin el más mínimo cuidado. Ay Teresa, usted siempre me ha hecho reír tanto, que la verdad se la extraña. Recibí ayer esa postal que me envió desde Montevideo. ¿Es verdad las cosas que cuenta? Ay Teresa, no me diga usted que la felicidad también veranea en Punta del Este.

Cólicos de adrenalina

En la increíble monotonía de su día a día, el cierre de esta nueva etapa le generaba cólicos de alegría y espasmos de adrenalina. Tanto, que tenía que recordar los ejercicios respiratorios de su terapeuta cuando sufría uno de esos ataques de asfixia psicológica, que le generaba el mero pensamiento de saberse por fin rompiendo con todos las conductas que la ataban a su vida sin matices. Una agenda que llegaba a su fin por voluntad propia, sin esperar al primero de enero. Era marzo, un viernes cualquiera, como los otros cientos de viernes que antecedieron a este. El reloj marcó las 18hs. Su mirada se clavó en las agujas del reloj como esperando el momento más ansiado de su vida, cuando sintió que las fuerzas de sus manos se desvanecían, y una puntada de luces le azotaba la vista. Un espasmo de adrenalina que no pudo controlar le agitó el cuerpo hasta sacudirlo por el piso. Y un ataque de asfixia y la imposibilidad de recordar las clases de respiración, la dejaron tiesa. Tiesa para siempre.

El sonido cobra vida II

Cuando el sonido hace que una letra cobre vida, mi nombre suena diferente. La u hace que Luciana tenga personalidad independiente. La palabra independiente evoca al número siete. Del siete paso al tres por sus mismas características, y del tres al naranja. Me quedo con la n de la palabra naranja, y vuelvo al siete. El siete es n y u. Nu. No tiene color. Nu no me suena a color. Luciana tiene amarillo, naranja y un poco de verde, solo al final de la última a. a de verde, tres de amarillo, uno de blanco, cuatro de rojo, cinco marrón.

El sonido cobra vida

En un susurro cualquiera, como tantos otros que había escuchado antes, se dio cuenta del sonido. El verdadero sonido. De golpe el sonido tenía más consistencia que de costumbre. Un clinc en el agua retumbó como un c l i n c. Cada sílaba se dobló en letra. Y cada letra tenía vida propia. Sobrepasó Inclusive la consistencia, tenía sentido de ser independientemente de la palabra. Una letra que emitía un sonido nuevo, aunque millones de veces repetido y por siempre hasta que las bocas se callen iba a existir.
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